miércoles, 11 de marzo de 2015

LA REVUELTA DE LA FRONDA Y LA PAZ DE RUEIL


Última de las grandes revueltas nobles francesas, la Fronda marcó el inicio del proceso absolutista en la Corte de los Borbones, y la supresión del alzamiento condicionó la posterior política interior del Luis XIV, una tradición que se mantuvo hasta la Revolución de 1789.
Pongámonos, pero, en antecendentes; las politicas impositivas que Luis XIII impuso en Francia tras la entrada de ésta en la Guerra de los Treinta Años hicieron aumentar la presion fiscal sobre la clase campesina francesa, que se resintió por los costes de la guerra, mientras que las acciones de Richelieu, contrarias a la nobleza (Entre otras, obligó a destruir la casi totalidad de fortalezas personales de los Condes y Duques que, de ésta forma, se vieron casi indefensos en el caso de una hipotética revuelta contra el Rey).
Así, muertos el Rey y el Cardenal, se esperaba que la Regencia de la esposa del Rey y de su primer Ministro, Mazarino, llevaria a un cambio generalizado en las políticas reales, percibiendose que la falta de poder efectivo de los Regentes los obligaria a tener que pactar con la nobleza, que veía en ese momento una posibilidad de recuperar el poder que Richelieu los habia obligado a dejar. 


Nada más lejos de la realidad, pero; el Cardenal Mazarino, en una posición continuista respecto a su predecesor, creyó que Francia podía soportar los esfuerzos de la guerra, con lo que ordenó a su intendente de finanzas, Particelli d'Émery, aumentar los impuestos que se grababan a la Plebe y la Nobleza, incluyendo la obligatoriedad impositiva sobre Paris, que hasta ése momento estaba exenta; se crearon además nuevos cargos públicos con los que Mazarino esperaba chantajear a quienes optaran a ellos. 



En contra del gobierno real, irónicamente, se encontraba la familia real, liderada por Montsieur, el tio del Rey, Gastón de Francia: eterno conspirador contra el gobierno, no se molestaba en ocultar su oposición al Cardenal Mazarino, como tampoco lo hacían su hija, la Gran Mademoiselle, el príncipe de Condé y su hermana la duquesa de Longueville, quienes querían pertenecer al Consejo real; también estaba en contra del gobierno de Mazarino Jean-François Paul de Gondi, futuro cardenal de Retz, coadjutor de París, cuya ambición lo llevaba a desear un cargo político y el capelo de cardenal.
De orígenes plebeyos, el Parlamento de París también libró una auténtica batalla con la regencia a propósito de los impuestos. Ejerció con frecuencia su derecho de reconvención, esperando en vano, modificar la política del reino. También se oponía a la Regencia la casi totalidad de París, una ciudad de carácter rebelde, fácilmente inflamable, que vivía de rentas y estaba dominada por las corporaciones.





La Regente, Ana de Austria, con su hijo, el jovencísimo Luis XIV

La tensión que se había creado alrededor de las figuras de los Regentes se desató cuando el 15 de enero de 1648 Ana de Austria intentó registrar unos nuevos edictos fiscales ante el Parlamento, los miembros del cual se negaron a validarlos; en respuesta, Mazarino inició una serie de movimientos buscando controlar las sesiones del mismo, viendose obligado el parlamento a suspender las sesiones ordinarias, concentrándose en el Palacio de Justicia de Paris y publicando una lista de 27 artículos, exigiendo la vuelta de los intendentes, sumisión obligatoria de las altas de impuestos a la aprobación de las cortes y la garantía de las libertades individuales.

La regente accedió, en principio, a todo lo solicitado. El 20 de agosto, tras la victoria de Borbón-Condé en Lens, que reforzaba las posiciones Cardenalicias, Mazarino vio llegado el momento de asestar el gran golpe. El 26 de agosto hizo arrestar a los cabecillas de la Cámara de San Luis, incluyendo a su presidente, el ya anciando Pierre Broussel, quién contaba con el apoyo de la plebe de París. En respuesta, la clase urbana parisina se sublevó, levantando barricadas en las calles y acosando a varios seguidores de Mazarino: Séguier, canciller de París, fué perseguido por la muchedumbre, quien lo sitió en el Palacete de Luynes, al que acabaron inciendiando; por suerte para él, pudo escapar, pero el palacio quedó completamente destruido. El mismo palacio Real fue pacificamente sitiado por las milicias burguesas, en un intento de presionar a Mazzarino para que devolviera el poder al Palamento y liberara a Broussel. Finalmente, la corte abandonó París el 12 de septiembre, viendose obligados a volver el mismo 24 de ése mes. Ana de Austria tuvo finalmente que aceptar los articulos que le presentaba la Camara Parlamentaria, reducidos en ésta ocasión a una quincena. También hubo que liberar a multitud de prisioneros, tanto políticos como comunes, de las cárceles de París; finalmente, la familia real fue poco menos que expulsada de la capital, la noche del 22 de octubre, sin ningún tipo de ayuda militar con la que contar.

Hasta principios del año siguiente, cuando los ejercitos de Condé pudieron ser liberados del frente por la Paz De Westphalia, Paris estuvo en revuelta continua, hasta que fué sitiada en enero de 1649 por los 4000 mercenarios alemanes a las ordenes del Principe de Borbón-Condé; incluso en ésta tesitura, los parisinos se negaron a pedir ayuda a los españoles, por lo que finalmente se tuvo que firmar la Pace de Rueil, en marzo de 1649.

La Fronda parlamentaria sirvió, entre otras cosas, para demostrar a los nobles franceses la debilidad de las posiciones realistas y cardenalicias, apareciendo una sórdida red de intrigas políticas y guerra encubierta por el poder, perdiendose deprisa el trasfondo constitucional con que contaba la fase Parlamentaria de la Fronda.

En realidad, la Paz de Rueil apenas sobrevivió al año 1649, pues en enero de 1650 Mazarino, temiendo una trama colpista entre Gondi y Chevreuse, y sabiendo que ésta no tardaria en extenderse, ordena arrestar a Condé, Conti y Longueville. Viendo su posición amenazada, el resto de principes, con el hasta ese momento leal Turenne a la cabeza, se declaran en abierta rebelion, siendo su primer objetivo la liberación de Condé.

Pronto, los españoles les dieron la asistencia que la revuelta requería para seguir viva, reuniéndo el archiduque Wilhelm Leopold, gobernador general de la Holanda Española. Por desgracia para los frondistas y sus aliados extranjeros, la población civil y la habilidad militar del Conde de Plessis-Praslin evitaron que el ataque del archiduque tomara la pequeña fortaleza de Guise; descorazonado, el Habsburgo se retiró, dejando solo a Turenne al frente del ejército frondista, asistido por algunas tropas lorenas del Duque Carlos IV.

A finales de 1650, y viendo que la fronda iba perdiendo fuelle, Turenne pidió el perdón del Rey, permitiéndosele volver a la corte y servir de nuevo bajo las ordenes de la regencia. Condé, Conti y Longueville fueron liberados, y en abril de 1651 la revuelta prácticamente se había colapsado. Mazarin, como contrapartida, se había tenido que exiliar, permitiendo su ausencia la reaparición de rencillas internas, que acabarían llevando a Francia a la anarquia.

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