sábado, 15 de agosto de 2015

BATALLA DE RONCESVALLES....CARLOMAGNO Y LOS VASCONES


Batalla sucedida el día 15 de agosto del año 778, en la que el ejército del rey francés Carlomagno fue derrotado, a su regreso a Francia, por el paso pirenaico de Roncesvalles, por los vascones.


El lugar de la batalla aún sigue siendo objeto de discusión por los especialistas. Los cronistas de la época dicen que el suceso acaeció in ipso Pirinei iugo, in Pyrinei saltus summitate, mientras que la tradición legendaria lo sitúa en el paso de Roncesvalles. Según una versión tradicional que coincide con la dada por Eginardo, biógrafo de Carlomagno, situaba el evento en el impresionante y angosto paso de Valcarlos. Sin embargo, no parece posible que un ejército tan pertrechado y bien dirigido se adentrase por estos desfiladeros tan abruptos, lo cual hace pensar que el lugar exacto bien pudiera ser el que actualmente ocupa la Colegiata de Roncesvalles, al pie del Altobiscar, por cuya ladera discurría una antigua calzada romana, camino más suave y, en suma, mucho más propicio para conducir un ejército tan numeroso como era el francés.
En el año 776 se proclamó emir independiente de Damasco el único superviviente omeya, Abd al-Rahmán I, así se produjo la ruptura de la unidad del mundo musulmán. En sus primeros años de gobierno, el emir independiente tuvo que hacer frente a múltiples sublevaciones contra su recién establecida autoridad. Primeramente venció al antiguo gobernador del emirato dependiente del califa, Yusuf al-Fihrí, que intentó recuperar el poder. Más tarde, se enfrentó a tres frentes de presión consecutivos: las revueltas alimentadas por los hijos de Yusuf; a un levantamiento serio de los beréberes; y por último a la presencia de tropas enviadas por el califa de Bagdad que pretendía restaurar de nuevo su gobierno sobre al-Andalus. Todos los brotes rebeldes fueron vencidos por el nuevo emir independiente. Ante semejante hecho, el califa abbasí volvió a intentarlo otra vez, mandando a la península a un agente suyo, Abd al-Rahmán ben Habib, con la intención de organizar una sublevación contra el emir independiente de al-Andalus. Éste desembarcó el Tudmir (Murcia), donde fue acogido, con muestras de agrado, por su gobernador, el cristiano Atanagildo. Ben Habib se puso pronto en contacto con los diferentes focos de oposición contra el emir andalusí, entre los que destacaba Sulayman ben al-Arabí, gobernador de Barcelona y Gerona, quien deseaba independizarse de la autoridad de Abd al-Rahmán I. Al-Arabí prometió ayudar a ben Habib en su propósito, por lo que éste empezó abiertamente su propaganda a favor de los abbasíes y a fomentar la agitación. Al-Arabí, viendo el cariz que tomaba la situación, se echó atrás en su promesa ya que el emir de Córdoba estaba preparando un ejército espectacular para responder a las insurrecciones. Ben Habib se vio obligado a retirarse a tierras valencianas, perseguido de cerca por el ejército omeya. Abd al-Rahmán I cercó a su adversario, quemó sus naves y lo mató enseguida. El emir cordobés castigó con severidad la osadía y traición de Atanagildo, destituyéndolo y anexionándose el reino de Tudmir, el cual hasta la fecha había sido regido como un gobierno autónomo por sus regentes cristianos.
Al-Arabí tenía miedo y sospechaba que el siguiente territorio que se anexionara el emir cordobés sería el suyo, por lo que se dio prisa en establecer alianzas con varios reyezuelos con el mismo temor que él, como los régulos de Huesca, Abú Tawr, y el de Zaragoza, al-Hussayn. En la primavera del año 777, cuando estaba reunido el Campo de Mayo, en Paderborn (Sajonia) para recibir la sumisión de los sajones, Carlomagno recibió una embajada, encabezada por al-Arabí y Abu Tawr, en la que le pedían ayuda a cambio de la sumisión de las ciudades que ellos gobernaban y, probablemente, también la de Zaragoza. Para reforzar y dar mayor validez a su petición, le entregaron a Carlomagno un caudillo del emir de Córdoba que había sido apresado en una escaramuza. Carlomagno no pudo resistir la tentación de hacerse con el protectorado de unos territorios tan aparentemente accesibles, al sur de sus fronteras, por lo que preparó al año siguiente un gran ejército dispuesto en dos columnas: una mandada por él, que pasó por Pamplona, y ocupó esta plaza, siguiendo hacia Zaragoza sin obstáculo alguno; otra columna, compuesta por fuerzas de Baviera, Austrasia, Lombardía, Borgoña, La Septimania y Provenza, cruzó más al este, pasando por Huesca y recibiendo la ayuda de su señor, Abu Tawr. Finalmente, ambas formaciones se reunieron ante los muros de Zaragoza, en junio del año 778. Al-Hussayn era partidario de sacudirse el yugo del emir cordobés, mas sin someterse a otro poder, esta vez el franco, por lo que se negó a entregar la ciudad a Carlomagno. Al-Arabí, Abu Tawr y Carlomagno entablaron negociaciones con al-Hussayn para intentar salvar la situación, pero no lograron acuerdo alguno. Carlomagno, considerándose engañado, además de no estar preparado para establecer un sitio en toda regla, y temiéndose lo peor, inició el regreso llevándose como rehén a al-Arabí. Al mismo tiempo le llegaron noticias, desde Francia, de una nueva incursión de los sajones, con su jefe Wikindo al frente. Todas estas circunstancias adversas precipitaron su regreso, de forma apresurada y peligrosa, por un territorio dominado por los musulmanes. Tal presagio se hizo realidad cuando, ya en los dominios de Navarra, cayeron por sorpresa encima de los francos los hijos de al-Arabí, logrando, en una rápida acción liberar a su padre. Al llegar a Pamplona, los francos recogieron a la guarnición que habían dejado allí. Antes de abandonar la ciudad, destruyeron todo lo que pudieron, para evitar que sirviera de base y punto de apoyo de posibles ataques musulmanes a su retaguardia. Los muros de Pamplona fueron arrasados.
Cuando el ejército de Carlomagno estaba pasando los Pirineos, en columna alargada, los vascos del lugar, emboscados en lo alto de la montaña, acometieron a la retaguardia, partiendo la columna expedicionaria por la mitad. Los francos que quedaron cortados fueron empujados al profundo valle de Arrañosín, donde se trabó la lucha y donde mataron a todos. Los vascos tenían a su favor la ligereza de las armas y el conocimiento de un terreno tan abrupto. Carlomagno no pudo reaccionar a tiempo, puesto que ya había atravesado las cumbres y su retroceso era frenado por los asaltantes, colocados en medio. En la encerrona pereció lo más selecto de la caballería francesa, como el general Eggihardo, el conde del palatino Anselmo, el duque de la Marca Roldán, y otros muchos. Tras este completo descalabro, Carlomagno no volvió a intervenir, política ni militarmente, en el territorio peninsular hasta el año 796.
La batalla de Roncesvalles quedó grabada en la memoria de todos de una forma muy especial, magnificada en grado sumo en los años posteriores gracias a la labor de la épica, lo que hizo que paulatinamente se mezclaran elementos reales del suceso con otros imaginarios inventados por los juglares y poetas, Precisamente, fueron estos últimos elementos los que quedaron grabados para las multitudes de peregrinos que en la Edad Media se dirigían a Santiago de Compostela en peregrinación, desde todos los confines de la Europa cristiana. Gracias a la épica medieval, una incursión de tres meses se convirtió en una guerra santa de siete años, en la que Carlomagno liberaba a España del poder musulmán, o bien rescataba el sepulcro de Santiago para la cristiandad.

Romance de la Batalla de Roncesvalles
Roldan espira viendo herido y fugitivo en Roncesvalles a Carlo-Magno

Por muchas partes herido
Sale el viejo Carlo-Magno,
Huyendo de los de España
Porque le han desbaratado:
Los once deja perdidos,
Solo Roldan ha escapado,
Que nunca ningun guererro
Llegó á su esfuerzo sobrado,
Y no podia ser herido
Ni su sangre derramado.
Al pié estaba de una cruz
Por el suelo arrodillado:
Los ojos vueltos al cielo,
D’esta manera ha hablado:
-Animoso corazón,
¿Cómo te has acobardado
En salir de Roncesvalles
Sin ser muerto ó bien vengado?
¡Ay amigos y señores!
¡Cómo os estaréis quejando
Que os acompañé en la vida,
Y en la muerte os he dejado!-
Estando en esta congoja
Vió venir á Carlo-magno
Triste, solo y sin corona,
Con el rostro ensangrentado.
Desque así lo hubo visto
Cayó muerto el desdichado.
http://www.enciclonet.com/articulo/roncesvalles-batalla-de/# 
http://www4.gvsu.edu/wrightd/SPA420Camino/romancedelaBatalladeRoncesv.htm



No hay comentarios:

Publicar un comentario