martes, 15 de diciembre de 2015

ANA DE ÉBOLI...LA DESCENDENCIA DEL CARDENAL MENDOZA


Ana de Mendoza y la Cerda , era hija única de Diego Hurtado de Mendoza, Príncipe de Mélito y nieto del Gran Cardenal Mendoza. Diego se casó con Catalina de Silva, hermana del entonces conde de Cifuentes, llevándose mal el matrimonio por las repetidas infidelidades del marido. Ana nació en Cifuentes y murió en Pastrana,por lo que puede considerarse propiamente como la alcarreña más conocida. Se sabe la fecha de su bautismo el 29 de junio de 1540, pero no la de su nacimiento. Fue bautizada como "Juana de Silva" pero cambió su nombre y apellido a Ana de Mendoza antes de 1553, cuando era la única heredera de su padre.
Educada por su madre, su infancia y juventud estuvo muy influida por las peleas y separaciones entre sus padres, en gran parte debidas al ya mencionado carácter mujeriego de Diego, y que llevarían a una separación "de hecho". Ana tomaría partido por su madre, generalmente. Desarroló un carácter orgulloso, dominante y altivo. Pero también voluble, rebelde y apasionado, como el de los antiguos Mendozas. No hay noticias destacadas de su infancia, salvo la leyenda referente a la pérdida de un ojo por causa de una caida o de la esgrima. Pero este dato no esta claro, quizá no fuera tuerta sino bizca o con algun problema ocular que hizo que se pusiera un parche ya adulta. Ciertamente los cronistas alabaron su belleza, a pesar del parche que la adornaba. Cuando se firmaron sus capitulaciones de boda en 1553 se la describe como "bonita aunque chiquita".
El propio rey Felipe II fue quien aconsejó a sus padres su boda con Rui Gómes da Silva (Ruy Gómez de Silva) (1516-1573), noble segundón portugués mucho mayor que ella. Rui había venido a Castilla acompañando a Isabel, futura esposa de Carlos V, y entró al servicio del futuro Felipe II ganándose su amistad, por lo que fue favorecido económica y políticamente siendo, entre otros cargos, Secretario y hombre de confianza de Felipe II. Al servicio de Rui entraría el aragonés Antonio Pérez, apadrinado desde 1566 por éste.
Con el favor de Felipe II, Rui entroncó por matrimonio con los poderosos Mendoza a través de una rica heredera. Como la novia era muy jóven, y la familia Mendoza muy poderosa, las capitulaciones se firmaron en Alcalá de Henares, entonces residencia de los padres de la joven novia, la cual permanecería unos años en casa de sus padres hasta las velaciones y la consumación del matrimonio.
En las capitulaciones se estipulaba que el padre de Ana les cediera el título Condes de Mélito, permaneciendo él como Duque de Francavilla, título que le concedió Felipe II. Ana acompaña a su madre en 1557 a la Corte que en Valladolid tiene la princesa regente Juana de Austria, y allí se producen nuevos escándalos entre su madre y su padre debido al amancebamiento público de éste con una nueva amante que, al salir de la Corte, se llevaría con él a Pastrana, llegando a tener con ella su segunda hija ilegítima (que llamó María de Mendoza). Felipe II envió a Ruy Gómez a entrevistarse con Carlos V en Yuste, lo que aprovechó para visitar a Ana, consumar el matrimonio (hacia 1557 o 58) y engendrar el primer hijo de ambos (Diego, que murió en la primera infancia). Embarazada, Ana y su madre se refugiaron en la fortaleza de Simancas, dónde no hacía más que padecer y llorar, aunque se escribió de ella "que tiene más seso que todos ellos", al compararla con sus padres.

     
Desde sus esponsales, Rui había logrado buscar a su suegro varios puestos que por si solo no hubiera logrado, como miembro y Presidente del Consejo de Italia en 1558 y virrey. Los puestos parece que se eligieron principalmente con el objetivo de alejar lo más posible a Diego de su hija y yerno, incluso con el riesgo de provocar una revuelta entre sus gobernados por su carácter. Ello no evitó tuviera algunos pleitos con su suegro,
Ana y Rui vivieron definitivamente juntos desde la vuelta de éste en 1559, acompañando al rey. Establecidos en la corte madrileña, la leyenda dice que había sido en su juventud la supuesta amante de Felipe II, lo que niegan Marañón y otros autores. Es cierto que Ana intimó con la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, siendo compañeras de diversiones y aficciones comunes hasta la muerte de la reina en 1568. Como fuera nombrada Camarera Mayor de la reina la duquesa de Alba María Enríquez, ello acrecentó el que Ana fuera enemiga del partido de la Casa de Alba (el partido opuesto al liderado por su marido y que, tras su muerte, dirigirá Antonio Pérez, quien le sucederá como secretario de Felipe II. En la terminología actual podría calificarse de "halcones" al partido del Gran Duque de Alba, y de "palomas" al partido del Príncipe de Éboli, ambos siempre en pugna intrigando por el poder. Martínez Millán denomina partido "castellano" al de los Alba y, tras la muerte de Ruy, "papista" al de los Eboli. La mayor parte de los Mendoza fue afin al partido "Ebolista".
Los príncipes de Eboli mantuvieron amistad con don Juan de Austria, siendo en su casa madrileña dónde conoció a María de Mendoza, amante y madre de dos de sus hijos. De hecho, Ana de Austria (hija de don Juan y María) nació en el palacio de la princesa en Madrid antes de que don Juan marchara a mandar las tropas en las Alpujarras en 1569, y fue famosa por mezclarla su confesor con la intriga del "pastelero de Madrigal" de las Altas Torres mientras se encontraba ingresada en el convento de esta villa.
En su intento, truncado por la muerte, de lograr un poderoso mayorazgo para sus hijos, Rui Gómez compró a su suegro la localidad de Éboli en el reino de Nápoles. Felipe II le nombró príncipe de Éboli en 1559. Luego compró las villas de Estremera y Valdaracete, siendo nombrado duque de Estremera, y para finalizar compró Zorita y la villa de Pastrana,siendo nombrado en 1572, por Felipe II, duque de Pastrana con Grandeza de España, intercambiando el título por el de Estremera al ser ahora Pastrana la cabeza de sus estados alcarreños. Por tanto Ana fue la primera princesa de Éboli y la primera duquesa de Pastrana. Rui gastó en las compras el equivalente a cuatro años de la renta anual del Duque del Infantado. Tuvo que vender sus bienes italianos (Eboli) para poder comprar Pastrana.
En los cuatro años que transcurrieron desde la compra de Pastrana hasta su muerte, Rui mejoró y amplió los cultivos en Pastrana, trajo a moriscos que iniciaron allí una floreciente industria, logró una feria anual con privilegios especiales y fundó, con su esposa, la futura iglesia Colegial de Pastrana y favoreció la fundación por Santa Teresa de Jesús de dos conventos Carmelitas en Pastrana en 1569, femenino y masculino.


Durante el periodo de su matrimonio la vida de Ana fue estable y no se le conocen andanzas ni problemas, salvo los encontronazos con la duquesa de Alba o Santa Teresa. Rui la trato tanto como un padre (por la diferencia de edad) como marido, dando estabilidad a esta parte de su vida y sosegando sus impulsos, hasta su repentina muerte. A partir de entonces, su carácter, los problemas de la infancia ya contados y la falta de la única persona que le había dado estabilidad en la vida hicieron que Ana tuviera una existencia problemática.
El matrimonio tuvo seis hijos vivos en los trece años que duró, de un total de al menos diez embarazos. Aunque el primer hijo muriera de niño, su hija mayor Ana casaría con el heredero del poderoso Duque de Medina-Sidonia (quien cuando heredó el ducado fracasaría mandando la "Armada" contra Inglaterra), el siguente Rodrigo heredaría el Ducado de Pastrana, otro hijo Diego sería Duque de Francavilla, virrey de Portugal y Marqués de Allenquer. A su hijo menor Fernando, ante la posibilidad de llegar a Cardenal, le hicieron entrar en religión pero éste escogió ser franciscano cambiando su nombre a Fray Pedro González de Mendoza (como su tatarabuelo el Gran Cardenal) y llegaría a ser Arzobispo.
Muerto su marido en 1573, en un ataque de dolor la desconsolada princesa de trasladó desde Madrid hasta Pastrana y se instaló en el convento que, con su patrocinio, había fundado Santa Teresa en Pastrana. "¡La princesa monja, yo doy la casa por deshecha!", parece que dijo la priora. Las carmelitas huyeron de allí una noche, trasladandose al convento a Segovia en 1574, ya que Ana mantuvo en el convento una vida rodeada de sirvientas que atendian sus gustos, poco acorde pues con el carácter riguroso que había impuesto Santa Teresa en los conventos reformados de la Orden. Durante este tiempo Ana no fue buena administradora del patrimonio de sus hijos menores de edad, aunque tampoco le habían educado para ello. Su madre Catalina la acompaño en el convento.
Aunque el propio rey le aconsejó que permaneciera en Pastrana, volvió tres años después de viuda a la Corte madrileña, quizá tanto para preservar sus intereses económicos como, quizá, por estar cerca del centro del poder, que conociera a través de su marido. Intentó ascender rápido e intentó preservar su herencia paterna e intereses. Maltby piensa que también quizo vengarse del duque de Alba, y por eso viajó a Madrid. Hay opiniones acerca de que Ana tuvo gran habilidad en la intriga, heredada de su familia materna y de los Mendoza.
En efecto, el 17 de mazo de 1576 muere su madre Catalina de Silva y, en su afán por lograr un heredero varón (o por perjudicar a su hija, no está claro), su padre Diego se casó en 1578 con Magdalena de Aragón, hija del Duque de Segorbe. Aunque Diego murió ese mismo año, dejó a su mujer embarazada, para susto de su hija Ana, quien no perdió la herencia paterna pues Magdalena tuvo una hija que murió a poco de nacer. Lógicamente todo esto afectaría al equilibrio emocional de Ana, precisamente en los años 1576-1579, en que tuvo lugar la parte mas importante históricamente de su vida.

     

Tras su vuelta a Madrid, hubo un primer encuentro poco afortunado en que Ana de Mendoza se burló de la cantidad de perfume que Antonio Pérez llevaba. Pero poco después se establecieron unos fuertes lazos de amistad entre Ana y Antonio. Este era un antiguo protegido de su difunto esposo que le había sucedido como secretario de confianza de Felipe II. Aunque no hay pruebas contundentes, algunos testimonios escritos indican que llegó a la intimidad amorosa con Pérez, quien era seis años mayor que ella. Pérez estaba casado con Juana Coello, que siempre fue fiel a su marido, le defendió cuando fue arrestado y luchó hasta su muerte por defender su memoria y la honra de sus hijos.


Martínez Millán indica que, al volver ella a Madrid en su viudez, Antonio Pérez se puso a su servicio como deudo que había sido de su marido.
No se sabe realmente si la relación entre Ana y Antonio desde finales de 1576 a 1579 fue simplemente una cuestion de amor, de búsqueda de una nueva influencia y poder político, o de búsqueda de un apoyo que le faltaba desde que muriera su marido. Pero la naturaleza de esta relación estuvo, mayormente, oculta al rey. Pudo ser porque la sociedad de entonces era menos permisiva si alguno de los amantes estaba casado, consintiendo en secreto cuando ambos fueran solteros.
Fernández Alvarez, sin embargo, intenta explicar el comportamiento entre de Felipe II, Pérez y Ana aceptando que Ana fue amante ocasional del rey durante un corto tiempo (indicando la posibilidad de que Felipe fuera el padre de Rodrigo, tercer hijo y heredero de Ana, nacido en noviembre de 1562) aunque el rey luego huyera de ella como de la peste por "considerarla peligrosa". No me parece fácil dadas las fechas pues Felipe II intimó con la reina Isabel después de la primera menstruación de ésta el 11 de agosto de 1561, y estaba muy enamorado de la reina, y Rodrigo tuvo que ser concebido en febrero de 1562. Su visión sobre Ana es de una persona intrigante y de provocadora belleza.
Geoffrey Parker ("Felipe II, la biografía definitiva", Planeta, 2010) se muestra decididamente contrario a la existencia de amores entre Felipe II y Ana. La leyenda (pues poco cierto parece) de sus amores con Felipe II ha sido muy usada en la literatura, series televisivas, ópera y, por supuesto, es parte de la "Leyenda Negra". Martínez Millán no hace mención alguna a este tema, lo descarta.
Antonio Pérez, como secretario de confianza de Felipe II, conocía tanto los problemas debidos a la rebelión de Flandes como la desconfianza (y quizá envidia) del rey hacia su hermanastro don Juan de Austria por su popularidad tras sus éxitos militares. Para acompañar y (de paso) espiar a don Juan en Italia, Pérez sugirió mandar allí a Juan de Escobedo, amigo suyo desde cuando ambos estaban al servicio de Rui Gómez de Silva. Pero Escobedo se pasó en cuerpo y alma al servicio de don Juan tras conocerle. Respecto a don Juan, mantenía la amistad con Pérez desde los tiempos en vivía Rui Gómez, incluso se alojó en "La Casilla", finca de Pérez en Madrid, cuando vino por sorpresa a la corte en agosto de 1576 antes de marchar a Flandes, seguido de Escobedo. La rebelión de Flandes no había podido ser terminada por el duque de Alba, y la situación había empeorado por los motines y saqueos de las tropas sin paga. Pérez prometió a don Juan mediar entre él y el rey, pero en realidad hizo un doble juego entre ambos. Se cree que pudo ser incluso un "triple juego" pues Antonio mantenía un tren de vida y lujos superiores a su sueldo. Se piensa que pudo vender secretos de estado a los rebeldes protestantes, y se sabe que alteraba las cartas que se enviaban mutuamente el rey y don Juan, pues todas pasaban a través de él.
Nótese que se va a mezclar un problema amoroso con otro político, unido a envidias y tráfico de influencias. La situación en 1577 era de un rey que desconfiaba de su hermanastro pero le mandaba al punto más conflictivo, con un un Secretario Real (Pérez) que manejaba la relación entre ellos como quería. Entre medias, Pérez frecuentaba la casa de Ana de Mendoza y compartían una intimidad que parece difícil que no incluyera también la política que pasaba por las manos de Antonio. Ana hizo unos regalos muy lujosos a Antonio durante su amistad. Y, además, recordemos la acusación de que Pérez proporcionaba bajo cuerda información de estado a los holandeses.
Don Juan mandó a Escobedo a Madrid en julio de 1577 para solicitar ayuda al rey. Amigo de Pérez, y necesitado de acceder al rey mediante él, al mismo tiempo no dejó de visitar a la viuda de su antiguo protector. Por las declaraciones en el proceso contra Pérez, Juan de Escobedo había descubierto las relaciones entre Antonio y Ana, logrando que ella le odiara. La posible denuncia debida a la lealtad de Escobedo al marido muerto (y al estar Pérez casado) seguramente enfurecería por el escándalo al riguroso Felipe II. Otra versión manejada por los historiadores era que, realmente, lo que pudiera Escobedo descubrir al rey eran los manejos políticos interesados de Pérez. Pero, por otro lado, no podía Escobedo perder la amistad con Pérez, para acceder al rey y ayudar a don Juan. Martínez Millán escribe otra teoría: si Escobedo y don Juan de Austria volvían a Madrid, desplazarían de su posición dominante en el nuevo partido "ebolista" a Antonio y a Ana. En todo caso, Antonio y Ana decidieron eliminar a Escobedo.
Pérez logró convencer a Felipe II de que gran parte de la forma de actuar de don Juan era debida a la "perniciosa" influencia de Escobedo y de la la necesidad de su asesinato por razones de Estado. La "complicidad" de Escobedo con don Juan y la posibilidad de que éste intentara de casarse con María Estuardo e invadir Inglaterra, unidos a la rotunda victoria militar de don Juan en Gembloux el 31 de enero de 1578, decidieron al rey. Las cartas "amañadas" y la información que Pérez manejaba lo "demostraban". Tras tres intentos de envenenar a Escobedo mientras comía invitado por Pérez en "La Casilla", unos asesinos le mataron el 31 de marzo de 1578, cerca de la casa de la princesa. La familia de Escobedo, alentada por Mateo Vázquez de Leca, otro secretario real rival de Pérez y afín al partido "albista", pidió justicia.



Poco después, el 4 de agosto de 1578, murió el rey de Portugal don Sebastián derrotado en Alcazarquivir. Empezaba la "cuestión de Portugal", pues el nuevo rey era anciano y Felipe II intentó heredar la corona portuguesa. Parece probable también, según Marañón, una intriga compleja de Ana y Antonio acerca de la sucesión al trono vacante de Portugal, intentando casar a una hija de Ana con el primogénito del duque de Braganza, familia con posibilidades de heredar la corona contra los intereses de Felipe II. Simultaneamente acaecía el problema de Ana con la enorme herencia de su enamoradizo padre, casado de nuevo y con la segunda esposa embarazada. Mientras tanto, murió don Juan de Austria el 1 de octubre de 1578, siendo enterrado inicialmente en Namur. Hasta el 18 de marzo de 1579 no saldrían sus restos con destino a Castilla, junto con todos sus papeles personales.
Felipe II conoció poco a poco los manejos políticos de Antonio Pérez a través de Mateo Vázquez y fue preparando pacientemente su caída. Para sustituirle en los asuntos de estado mandó llamar desde Italia al anciano político cardenal Granvela el 30 de marzo de 1579. El toque de gracia fueron las verdaderas cartas enviadas por don Juan, pues sus papeles personales llegaron en mayo de 1579, creando un problema de conciencia al rey por su comportamiento injusto su hermano. Fernand Braudel dice "... ¿Fue sincero el rey respecto a sí mismo? Es probable en cualquier caso, que después de la muerte de don Juan, la lectura de las cartas personales del príncipe que le fueron remitidas desde los Países Bajos le hayan proporcionado más de una revelación, tal vez, sobre todo, la de la lealtad de su hermano. Los remordimientos, el sentimiento de haber sido engañado y el espíritu de venganza invadieron entonces su corazón. ¿Quién podría censurarle por ello? ¿Quién podría estar seguro de esos caminos interiores?".
Ello explicaría que, tras la llegada del cadaver con toda ceremonia a El Escorial el 24 de mayo, el rey le enterrara en un impresionante monumento independiente en el mismo monasterio que toda la familia real, aun siendo bastardo y en contraposición al mal trato que le diera en vida. Felipe II mandó destruir la correspondencia de su hermanastro. Cuando el cardenal Granvela llegó el 28 de julio a Madrid, el rey hizo arrestar a Pérez y Ana al día siguiente, el 29 de julio. El asunto debía solucionarse antes del viaje real a Portugal.
Algunos autores indican que Ana no fue cómplice de los manejos políticos de Antonio, pero los tuvo que conocer necesariamente y compartir algunos, de ser cierta su implicación directa en la sucesión portuguesa. En la documentación aparece la frase "la hembra es el fermento de todo". Además la situación para Antonio y Ana era diferente, pues Pérez poseía (o hizo creer al rey ello) papeles de estado comprometedores que impedían su reclusió sin proceso o su ejecución, como había hecho el rey con con Montigny. El primer proceso y condena contra Pérez fue por corrupción y no sería acusado hasta 1589 (diez años después) del asesinato de Escobedo.

Por otro lado, Ana era una "Grande de España", con tratamiento de "prima", y los nobles de su nivel intercedieron durante su primer encierro en Pinto, como el duque del Infantado o su yerno el duque de Medina-Sidonia. Ana fue desterrada por Felipe II a la torre de Pinto en penosas condiciones de encarcelamiento, luego a Santorcaz (febrero de 1580) y finalmente a su propio palacio de Pastrana en marzo de 1581. Allí permanecería hasta su muerte en 1592 estrechamente vigilada. A pesar de todo lo anteriormente expuesto, aún los autores dudan en la explicación de los hechos que provocaron un encierro tan inhumano y cruel de una persona de tan alta cuna.
Desde Lisboa, en 1582 Felipe II despoja a Ana de la custodia de sus hijos y de la administración de sus bienes, que recayó en una junta de tres personas afines al partido "albista". Es curioso que mientras la actitud de Felipe hacia Ana podría tildarse de cruel, siempre protegió y cuidó de los hijos de ésta y su antiguo amigo Rui. Al menos, justifica en el beneficio de los hijos el que Felipe II nombrara administradores para sus bienes. Trás la muerte de Ana, llevaría las cuentas de los mismos su hijo menor Fray Pedro ante la ausencia de sus hermanos.
Desde Pastrana, Ana escribe repetidos memoriales al rey y se interesa por sus hijos Diego y Rui, pero apenas por el heredero Rodrigo. En sus cartas llamaba "primo" al monarca y le pide en uno de ellos "que le protegiera como caballero". Felipe II se referirá a ella como "la hembra", y no varió su actitud inmisericorde.
Durante el procesamiento de Pérez, Ana intenta refugiarse el 10 de agosto de 1584 en el convento de monjas franciscanas de Pastrana, sin ser allí admitida. Aunque en jaula dorada, no pudo ya vivir fuera de su palacio. Su estado de salud era débil.
Tras la fuga de Antonio Pérez a Aragón en mayo de 1590, Felipe II mandó poner dobles rejas en puertas y ventanas del palacio ducal de Pastrana. La prisión, pues, se endurece aún más. Ana era atendida por tres criadas y su hija menor Ana de Silva, nacida en 1573 y llamada Ana como la hija mayor de la Princesa, no llegaría a casarse en 1592 con el sexto Conde de Tendilla al morir éste la víspera de su boda al caer del caballo y, vista la suerte de su madre y su novio, entró en religión y murió monja en Pastrana en 1614.
La leyenda local del siglo XVII dice que la Princesa de asomaba una sola hora al día por la reja de una ventana que daba a la Plaza, que se llama desde entonces "Plaza de la Hora". El encierro y el mal trato final recibido, agravaron su enfermedad y su escaso deseo de vivir, quedando postrada en cama y falleciendo después de hacer testamento el 2 de febrero de 1592. Inicialmenre estuvo enterrada en la iglesia del convento de San Francisco. Los restos de Ana y Rui Gómez fueron trasladados en 1637 por su hijo fray Pedro y están enterrados juntos en la cripta que hizo consruir en la antigua Colegiata de Pastrana.

     


Ana favoreció en la herencia a su segundo hijo Diego frente al primogénito Rodrigo. La leyenda negra decía que el segundo Duque de Pastrana, era hijo de Felipe II. Esto es algo difícil pues, cuando su concepción, la madre estaba de postparto, y por tanto en casa, y el Rey Felipe II en plena "luna de miel" con la Reina Isabel de Valois, de la que estaba enamorado y con la que gozaba de intimidad desde poco después de que ella era apta para concebir, el 11 de agosto de 1561.
La Princesa de Éboli ha logrado captar el interés de españoles y extranjeros, pero aunque sobran las novelas y abundan los artículos históricos sobre la misma (yo destacaría el de Erika Spivakowski en Chronica Nova, vol 9, 1977, pag 5-48), se echaba de menos una biografía actualizada sobre la misma hasta la de Nacho Ares, pues la de Gaspar Muro data del siglo XIX. El lector interesado también puede consultar el excelente "Antonio Pérez" de Gregorio Marañon y el libro "La Princesa de Éboli y Pastrana" (varios autores) editado por el Ayuntamiento de Pastrana con motivo del centenario de 1992. Sus coetáneos alabaron o denigraron su carácter y, como dijimos, muchos alabaron su belleza (a pesar del "parche" que adornaba su rostro).

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